Comentario
La coexistencia y proximidad de tres fundaciones reales, el Jardín Botánico, el Observatorio Astronómico y el edificio del actual Museo del Prado, están vinculadas a la iniciativa del conde de Floridablanca de dar respuesta a dos objetivos principales: la instrucción pública y el embellecimiento de la ciudad. Por un lado, se pretende el establecimiento de un conjunto de institutos típicamente ilustrados, acorde con las preferencias dieciochescas por las ciencias experimentales y el didactismo institucional. Por otro, el ornato de una vía de ronda importante que enlaza la entrada a Madrid desde la puerta de Atocha con el Salón del Prado. Existe, por tanto, una campaña única y dirigida en la que el arquitecto madrileño Juan de Villanueva participa con plena responsabilidad sobre las dos obras que limitan materialmente la promoción de Carlos III instrumentada por su Primer Secretario de Estado.
Para acercarnos a un edificio de la complejidad ideal del proyectado por Villanueva para Museo es necesario considerar previamente tres datos de partida esenciales en cualquier planteamiento propiamente arquitectónico:
- La utilidad que dirige su destino.
- La geografía del territorio que transforma.
- La adecuación de la solución obtenida a estos dos requerimientos básicos: programa y situación, atendiendo a la vez a otros dos compromisos del edificio: con respecto a sí mismo, a sus leyes internas, y con respecto a su imagen pública, su interpretación del medio, su deuda con el exterior.
La necesidad programática que Floridablanca traslada a su arquitecto es la de reunir con la solidez y extensión necesarias una galería de Historia Natural con gabinetes de estudio, una Academia de Ciencias Naturales -con capacidad para sus máquinas e instrumentos, biblioteca, aulas, laboratorios, sala de química y oficinas- y un salón para las juntas particulares y generales de la Academia, contemplando que pudiera ser la de Nobles Artes de San Fernando su receptora. Tres establecimientos dedicados a la instrucción pública en un gran edificio y los tres en relación con el Jardín Botánico existente y el Observatorio que ya se pensaba crear de nueva planta en los cercanos altos de San Blas, como parte de una misma voluntad.
Con respecto al embellecimiento de la ciudad, el solar del futuro Museo se elige para crear un frente prolongado que acompañe el desarrollo del Paseo frente al Prado de San Jerónimo. Una fachada lineal de escaso fondo, en la interpretación más inmediata de las posibilidades del edificio. Otro dato del lugar tendrá relevancia a la hora de entender la obra de Villanueva: su edificio ha de asentarse sobre un terreno que en su estado natural presenta una doble pendiente, con fuerte caída hacia el Prado y de menor desnivel hacia el frente norte del Botánico, con su vértice más alto en el ángulo noroeste.
Es sabido que Villanueva presentó a mediados de 1785 a Floridablanca al menos dos proyectos conocidos. Uno de ellos, ilustrado en cuatro láminas que hoy conserva la Academia de San Fernando, tiene unos característicos "pórticos cubiertos para el paseo público". Del otro, muy distinto y sin pórticos, tenemos constancia únicamente por el modelo en madera que se conserva en el propio Museo, aunque los dibujos que lo demostraban gráficamente se hayan perdido. Este último es el elegido por Carlos III para su construcción y ello habla bien del gusto artístico del rey, muy probablemente inducido por la preferencia de Floridablanca. A finales del mismo año se inician las obras de cimentación del edificio, que en 1788, año del fallecimiento del monarca, veía elevarse sus muros sobre rasante.
En 1790 ó 1791, con la obra, por tanto, iniciada, Villanueva redacta el proyecto definitivo del Museo, ilustrado en una sola lámina que se conserva en los depósitos del edificio, modificando algunos aspectos del inicial modelo, en particular la cabecera del Salón de Juntas, antes de testero plano y finalmente absidal, suprimiendo el cuerpo central sobre la gran galería y añadiendo unos áticos sobre los cuerpos laterales, además de otras modificaciones de detalle en los frentes norte y sur. Es a este proyecto definitivo, que podemos interpretar en rigor como el Museo que deseó Villanueva, y a lo construido por el arquitecto, que no llegó a ver concluida su obra, a lo que se ciñe la siguiente reflexión.
Para preparar el terreno Villanueva idea un desmonte, creando un bancal para asentar su obra sobre el nuevo plano excavado y manteniendo una suave caída para el eje norte-sur, que permitirá iluminar los sótanos del extremo meridional. Un recurso necesario es el de dos muros de contestación del talud en ángulo creado. Un zócalo de granito y una lonja al modo de los estilóbatos se encargan de resolver el encuentro de la nueva fábrica con la pendiente natural del Paseo del Prado. La lonja no llegó nunca a construirse, pero está perfectamente definida en el proyecto de Villanueva y en el modelo en madera que ilustra la obra que comenzó a cimentarse.
La nueva topografía del lugar está ya respondiendo al futuro esquema de funcionamiento interno del edificio, al permitir que diferentes niveles de acceso al mismo sean posibles desde orientaciones también diferentes, según se utilice cada nueva cota del terreno circundante obtenido. Recordemos que eran tres los establecimientos que Villanueva debía incluir en su proyecto: Galería, Academia y Salón de Juntas, participando de una envolvente común. La solución del proyecto permitirá distinguir el edificio completo como tres cuerpos o edificios autónomos, concebidos con total independencia de uso e incluso de imagen al exterior, los tres con accesos diferenciados en tres diferentes orientaciones, utilizando para cada uno un lenguaje figurativo y espacial propio que responde al destino fijado en aquel programa de necesidades inicial.
El principal recurso del arquitecto consiste en crear dos niveles de pisos, dos estratos destinados a dos usos diferentes: Academia de Ciencias, con entrada por la fachada sur a la misma cota que el Jardín Botánico, y Galería de Historia Natural, con entrada directa por el pórtico jónico de la fachada norte a una cota superior del terreno. Dos entradas distintas en orientaciones opuestas, sin una jerarquía dominante de una sobre otra. Esos dos niveles de pisos aparentes son en realidad dos plantas bajas, "dos plantas bajas" (Chueca) desarrollándose cada una en su correspondiente plano del terreno de acceso gracias a aquel movimiento de tierras que, convenientemente dirigido, admite esa solución peculiar, simplificadora del reparto de dos programas de necesidades funcionales distintos.
Cada programa respectivo se distribuye en un desarrollo horizontal, linealmente prolongado, que permite entender el edificio de la Academia con un frente principal de reducida dimensión al sur y ofreciendo su fachada lateral hacia el Paseo del Prado. Idéntica lateralidad ofrece la Galería de Historia Natural, entendida como edificio de angosta fachada principal al norte y gran fondo, dilatado paralelamente al Paseo. El contacto de ambos estratos, superponiendo la Galería sobre la Academia, nos acerca parcialmente al resultado proyectado y construido por Villanueva. Faltaría, para completar su solución al triple requerimiento de Floridablanca, el tercer establecimiento que cierra el programa: el Salón de Juntas. Este es de nuevo un edificio abstraible de la idea de conjunto como otro cuerpo autónomo con su propia entrada, el pórtico dórico en la orientación a poniente, desarrollado hacia el interior en profundidad y de menor anchura, por tanto, en su frente principal.